Las ondas de radio se comportan de la misma manera que el resto de las ondas electromagnéticas, es decir, siguen los principios de óptica. Cuando una onda incide sobre una superficie reflectante, ésta se comporta como un espejo, es decir, la onda es reflejada formando un ángulo con la perpendicular a la superficie igual al ángulo incidente.
El principio de reflexión de las ondas se emplea en el diseño de antenas para dirigir la radiación y concentrarla en un receptor. Si el disco reflector de la antena se diseña con forma de paraboloide, las ondas de radio procedentes del espacio que se propagan en direcciones paralelas, serán reflejadas de forma que acabarán confluyendo en un punto, por encima de la superficie del disco, en el que se coloca un receptor.
En este tipo de diseño se dice que el receptor se halla en el foco primario y proporciona la máxima apertura para detectar señales débiles.
Sin embargo, para grandes antenas no es conveniente esta disposición de foco primario. El equipo que habría que colocar en el foco primario pesa tanto que deformaría la estructura global de la antena lo que, a su vez, afecta a la calibración.
Una solución disponible para estos problemas consiste en colocar los receptores en el foco Cassegrain. Las antenas Cassegrain añaden un reflector secundario que concentra la radiación en un nuevo foco próximo al primer reflector (la superficie de la antena). De esta forma, el equipo pesado se encuentra siempre próximo al centro de gravedad de la antena y le confiere un mayor grado de estabilidad estructural incluso aunque se trate de una antena de gran apertura. Por esta razón, las antenas de la DSN (Red de Espacio Profundo) a la que perteneció la antena de PARTNeR son todas de tipo Cassegrain.